Yoel Aguilera Rodríguez llegaba a su casa cuando ocurrió la última desconexión del Sistema Eléctrico Nacional, el 14 de marzo, después de las ocho de la noche. «En nuestra sangre, apenas nos enteramos de un colapso, todos los involucrados en la operación acudimos a nuestro puesto».
Con ese compromiso, apenas conoció la gravedad del suceso, el jefe del Despacho Provincial de Carga de La Habana tomó un baño y volvió a la Empresa Eléctrica, «de campaña», consciente de separarse de su familia al menos por 24 horas.
Él asume su responsabilidad actual desde hace cuatro meses; por tanto, le ha tocado «la mala» de lidiar varias veces con el peor escenario posible: el de cero total.
«Cuando el sistema colapsa, debes decirte “ya pasó”, y duplicar las ganas para restaurarlo lo antes posible. Si algunos percances provocan retrocesos, mantén las esperanzas. Equivale a subir una loma y resbalarte: tienes que seguir». Así nos adentra en la sicología de quienes trabajan al pie del cañón, en medio de esos desafíos.
«Todos seguimos con detenimiento la recuperación; pero, mientras sus niveles permanezcan bajos, cualquier problema en la generación de base puede devolvernos al principio. Por ejemplo, marchábamos al 23 % cuando intentamos inyectar energía en el nodo central de La Habana desde las plantas de gas ubicadas en Jaruco; pero una avería imprevista nos obligó a cambiar la estrategia.
«Luego intentamos, también de forma infructuosa, arrancar las patanas de Melones y de Regla, pero en definitiva solo nos quedó la opción de esperar el fluido desde el resto del país. Sin embargo, nos desdoblamos para activar los microsistemas de servicios vitales, comenzamos con los vinculados al Hospital Naval y La planta de gas en La Habana Vieja».
A lo largo de esas jornadas laboraron y vivieron en la Empresa entre 20 y 25 personas, incluido el consejo de dirección en pleno. Una de ellas, Adianez Ugarte Corominas, hoy dirige la Unidad Empresarial de Base Soterrada, pero anteriormente fungió como la primera mujer al frente de un Despacho Provincial en Cuba.
«Nuestra familia está programada. Exclama: “¡Ay! ¿Qué pasó?”, y te impele a marchar a tu misión. Te prepara un pozuelo y te entrega una mochila con una muda de ropa, como si nos faltaran esas atenciones aquí; aunque en estas circunstancias la Empresa triplica su esmero hacia nosotros», cuenta, con tal rapidez, como si sus convicciones electrificaran sus palabras.
«Cuando el huracán Ian, a finales de 2022, enfrenté por primera ocasión un escenario similar, y aprendí el proceder. Ahora casi nos convertimos en especialistas; tantas experiencias nos crean sabiduría y escribimos un esquema sobre cómo actuar.
«Los directivos tratamos de rotarnos para tomar un respiro a cada rato. Pudiéramos tomarlo en nuestras casas, pero nos quedamos aquí, porque esta necesidad de ayudar resulta más fuerte que nosotros. Incluso, cuando la desconexión en octubre, estaba de vacaciones, y vine por mi propia iniciativa.
«En la más reciente contingencia me concedieron seis horas y me acosté en un sofá, pero solo tomé cuatro, me lavé la cara, y regresé, porque la tensión me impedía descansar. Siempre he considerado que un eléctrico debe ser medio loco, y así vivimos todos.
«El Despacho de La Habana es difícil; su ritmo de trabajo exige ser más ágiles, con más clientes. Esta vez, mientras los demás transitaban por el restablecimiento, nosotros también nos encontrábamos en vía libre para aislar la avería.
«Mantenemos constante comunicación con Aguas de La Habana, para evaluar las condiciones de las fuentes de abasto, también nos actualizamos sobre el estado de los grupos electrógenos de emergencia en los hospitales, y su disponibilidad de combustible. A partir de esas informaciones, le indicamos al despachador qué circuitos priorizar.
La familia se preocupa, pero sabe que ellos son necesarios. Ante una desconexión total, nombres como los de Adianez, Yoel y muchas personas más reaccionan a la emergencia, pero sin apagar sus deseos de aportar.