Después de que Jorge Luis Alayo y Noslen Díaz nos hicieran vivir en la élite del voleibol de playa mundial, si escuchamos los apellidos Álvarez Cutiño enseguida lo asociaríamos con Francis, el entrenador de esa pareja que se ha encumbrado en los principales circuitos del planeta. Sin embargo, hay dos más con ese santo y seña, y uno de ellos fue un gran voleibolista.
José Ángel se desempeñó en la sala, no en la arena, y allí tuvo excepcionales rendimientos, en una época, en los años 80, en la cual era bien difícil encontrar un puesto en la selección nacional, por la vasta calidad en la malla alta. Aunque llegó, no le fue fácil, incluso, pese a su rendimiento, no pocas veces quedó fuera de la nómina.
«Como se sabe, en 1988 Cuba no fue a Seúl; pero en 1989, ya en un nuevo ciclo, hubo giras por Europa, y otras presentaciones, y cada vez que se hacía el equipo para la competencia, yo me quedaba fuera».
Cuenta que Orlando Samuels, uno de los técnicos que más extrañamos en la cancha, nunca le dio una razón para excluirlo. «Es cierto que era muy joven, pero estaba muy bien. También es verdad que mis compañeros eran súper estrellas, pero yo me colé entre ellos, y jamás iba a ningún lado».
En medio de un ágora repleta de glorias deportivas, como él, que celebraba el aniversario 25 de su Comisión Nacional, José Ángel narró que «un día Samuels, en una de las reuniones de la Juventud, se paró y dijo que yo estaba muy bien, que debía estar aportándole al equipo, pero que cada vez que me incluía desestimaban su propuesta, porque había dudas sobre mí, porque podía ser un posible desertor».
–¿Y cómo llegó a integrar el equipo?
–Eso me preocupó muchísimo, por dos cosas: no hacía el equipo, y porque yo no fui ni seré un desertor. Puedo entender las dudas; pero, compadre, yo amo a Cuba, y ponerme el uniforme de la selección nacional es lo más grande que he vivido.
«Hice el grado, porque el entonces comisionado nacional, Inocencio Cuesta, que todos conocemos como Yoyo, confió en mí, habló con el presidente del Inder, entonces Conrado Martínez, y le dijo que él se hacía responsable de mi actitud, y Yoyo me lo dijo.
–Y cumplió.
–¿Qué si cumplí?, fíjate que estoy contándotelo; pero, además, con tremendo orgullo.
Este Álvarez Cutiño también ha representado a la Mayor de las Antillas como entrenador, en varios países, con contratos por Cubadeportes, y en otras por acuerdos personales.
«Para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2014, en Veracruz, República Dominicana contrató los servicios de un director técnico para su equipo masculino, mediante esa empresa, y yo fui el seleccionado. El que hubiera dicho que los dominicanos ganarían esa cita estaba loco, porque, aunque trabajamos durísimo, ni yo mismo lo esperaba.
–Allí eliminó a Cuba en semifinales. ¿Cómo lo sintió?
–Como el deber cumplido, así nos enseñó Fidel en cada misión que nos daba, y la de Cubadeportes pasaba por esa posibilidad, como lo hicieron otros entrenadores de tremendísima calidad; por ejemplo, Sarvelio Fuentes, en el boxeo. Yo sentí una mezcla de felicidad y contrariedad, porque yo siempre le voy a Cuba.
Al regreso, cuenta José Ángel, ya no contaron más con él. «A lo mejor no fue así, pero yo sentí como si me hubieran sancionado por cumplir. Afortunadamente, ya pasó, los seres humanos no somos perfectos y, en consecuencia, tampoco estamos exentos de errores.
–Y hoy ¿qué hace?
–Estoy incorporado a la Comisión de Atención a Atletas, que es una de las más bellas ideas de Fidel. Lo hago desde Granma; ahora estuvimos en Manzanillo, donde di una conferencia. Yo sigo aquí, cumpliendo. Los Álvarez Cutiño no se despintan.